Silencio en el recinto: el NarcoTest de Romero se estrelló en Diputados

El Tintero Legislativo 18/11/2025 Derrota en soledad
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En la recta final de su mandato como diputado por la Capital, Juan Esteban Romero sumó una nueva derrota política en la Cámara de Diputados de Salta. Esta vez, el traspié llegó con uno de los proyectos que él mismo eligió como bandera: la implementación de un NarcoTest obligatorio y periódico para los funcionarios públicos de los poderes Ejecutivo y Legislativo.

Lejos de generar debate, la iniciativa se topó con un muro de silencio político. Romero pidió que el proyecto se tratara sobre tablas en la última sesión, pero el oficialismo y buena parte de la oposición eligieron mirar para otro lado. El resultado fue contundente: rechazo rotundo y una foto incómoda para el hijo del exgobernador y actual senador nacional, Juan Carlos Romero.

El intento de tratamiento sobre tablas fue el último manotazo de Romero para forzar la discusión de una propuesta que lleva más de un año bloqueada. Cuando se puso a consideración, el diputado Rallé pidió la palabra para anticipar el voto negativo de su bloque. Luego, el presidente del cuerpo llamó a votación y el proyecto fue rechazado sin demasiadas vueltas.

No hubo discusión de fondo, no hubo contrapuntos jurídicos ni técnicos sobre la viabilidad del NarcoTest. Hubo, en cambio, un “silencio estremecedor” en el recinto que dejó más preguntas políticas que respuestas institucionales.

¿Los diputados evitaron el tema por sentirse potencialmente alcanzados por la obligación de testearse? ¿O se trató de un gesto más frío y calculado de ignorar el trabajo legislativo de un Romero que ya se va y que hace rato quedó fuera del radar del saencismo? Nadie lo admitirá públicamente, pero el gesto colectivo de la Cámara fue claro: esa agenda no se discute.

“La política se protege a sí misma”

Romero no dudó en leer lo ocurrido como una muestra de autodefensa corporativa. “La política se protege a sí misma y se niega a ser controlada”, disparó, denunciando una grave falta de institucionalidad ante la negativa de darle espacio a su proyecto.

La iniciativa proponía que todos los funcionarios de los poderes Ejecutivo y Legislativo se sometan de manera periódica a controles de consumo de drogas. En un contexto de avances del narcotráfico y causas federales resonantes, el planteo apuntaba a enviar una señal de “tolerancia cero” desde adentro del Estado.

Sin embargo, para Romero, lo que primó fue una decisión política de blindarse. “La decisión del oficialismo de bloquear el debate durante un año fue una decisión política para silenciar un tema que incomoda a la política y demuestra que hay intereses mucho más profundos en que este tema no se discuta y se silencie”, sostuvo. Y fue más allá, al calificar la maniobra como una falta grave al funcionamiento republicano. “Cuando se impide discutir un proyecto que busca transparencia, lo que se protege no son las instituciones, sino los privilegios”, remarcó. El trasfondo es nítido: el NarcoTest no cayó por sus artículos, cayó por quién lo firmaba y por lo que simbolizaba.

Defensa aérea sí, control interno no

El aspecto más llamativo de la sesión fue la convivencia de dos mensajes contradictorios en una misma jornada legislativa. Mientras el proyecto de NarcoTest era rechazado sin debate, la Cámara aprobaba una declaración pidiendo al Gobierno Nacional reforzar la defensa aérea en las fronteras para combatir el narcotráfico. Romero aprovechó esa paradoja para golpear políticamente a sus colegas.

“Pedimos que Nación nos cuide desde el aire, pero no quieren controlar lo que pasa en sus narices. Quedó demostrado que cuando la política se protege a sí misma, la confianza de la gente se erosiona y el Estado queda indefenso”, sentenció.
La frase deja en evidencia una grieta incómoda: la política salteña parece más dispuesta a tercerizar la lucha contra el narcotráfico en radares, aviones y fuerzas federales que a revisar sus propias prácticas y hábitos de control interno.

“Mientras el narcotráfico avanza, el silencio institucional es la peor forma de complicidad”, advirtió Romero, prometiendo que seguirá impulsando la iniciativa “desde el lugar que me toque, porque los salteños merecemos conocer a nuestros representantes y en las condiciones en que lo hacen”.

Un fin de ciclo sin triunfos legislativos

El episodio del NarcoTest funciona también como síntesis del ocaso político de Juan Esteban Romero en la Legislatura. El 10 de diciembre dejará su banca sin haber logrado que sus proyectos más emblemáticos —el NarcoTest y la Boleta Única de Papel— siquiera se discutan en profundidad.

En el caso de la Boleta Única, la iniciativa ni siquiera superó las instancias de comisión. En el del NarcoTest, terminó en un intento solitario de tratamiento sobre tablas, con Romero ya parado en la marginalidad de un monobloque, sin estructura que lo respalde ni oficialismo que lo contenga.

El derrumbe no es solo individual: se inscribe en el declive de la marca Romero en la política provincial. Tras la derrota de su hermana, la exintendenta Bettina Romero, en 2023, ahora es él quien se despide sin resultados visibles.

El partido Salta Nos Une se desvinculó del gobierno un día antes de la presentación de listas para las elecciones provinciales de mayo, y el propio Juan Esteban terminó rompiendo el bloque “Salta Tiene Futuro”, encabezado por Socorro Villamayor, a pocos meses de culminar su mandato.

Rupturas tardías, alianzas que se deshacen cuando ya no sirven y decisiones que llegan siempre un paso atrás del calendario político: el diagnóstico se repite. Los Romero no supieron —o no pudieron— leer los tiempos del saencismo, un oficialismo que los utilizó para distintos objetivos y que también los dejó caer cuando lo consideró necesario.

Un apellido pesado, una autonomía limitada

Hay quienes dentro del arco político interpretan que tanto Bettina como Juan Esteban fueron, en buena medida, piezas de una estrategia mayor diagramada por su padre, Juan Carlos Romero. Un acuerdo superior, siempre manejado desde arriba, habría dejado a los hermanos en segundo plano y con escasa autonomía para asumir decisiones propias a tiempo.

Sea cual sea la dosis de responsabilidad interna, lo evidente es que las jugadas clave siempre llegaron tarde. Romper con el oficialismo de manera preventiva, al notar la falta de respaldo político, habría sido más coherente que hacerlo a las apuradas y sin horizonte claro. Eso podría haberles permitido dos cosas:

  • Tener una voz propia y más filosa en temas sensibles para el gobierno de Sáenz, como justamente el NarcoTest o la reforma del sistema electoral.
  • Explorar nuevas alianzas con espacios afines, como La Libertad Avanza, antes de quedar completamente descolocados del centro de la escena.

Hoy, el escenario es otro: el 2025 terminará sin ningún Romero en cargos públicos y, hasta ahora, sin proyección visible de alguno de ellos para disputar lugares de relevancia en 2027.

En ese contexto, el rechazo al NarcoTest no es solo la caída de un proyecto más. Es la postal de un ciclo que se apaga en silencio: un diputado solo, un recinto que elige callar y una clase política que demuestra que hay temas que prefiere no tocar, sobre todo cuando el espejo apunta hacia adentro.

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