
Cuando la política apunta al cielo y la droga ya aterrizó
El Tintero Legislativo 09/11/2025 Proyecto en Diputados
El martes una avioneta narco cayó en Rosario de la Frontera. Tres días después, el gobernador Gustavo Sáenz volvió a decir en voz alta lo que el poder político venía mascando en silencio: “Lo que pasó con la avioneta narco demuestra que necesitamos radarización y una ley de derribo. Es necesario, ya lo he pedido en otras oportunidades, que los legisladores nacionales acompañen esta medida”.
No es una frase suelta. No es solo un gesto para la tribuna. Es parte de un giro mucho más profundo: Salta empezó a hablar el idioma de la defensa aeroespacial. El cielo, definitivamente, se volvió frontera.
En la Legislatura, el eco es inmediato. Un proyecto de declaración en Diputados pide que el Poder Ejecutivo nacional aplique en las zonas limítrofes medidas de protección del espacio aéreo, incluido el Sistema de Defensa Aeroespacial para el derribo o destrucción de aeronaves consideradas “hostiles”. Dicho en criollo: habilitar el marco político para bajar narcoaviones en el norte. Lo que hasta hace poco sonaba a consigna de campaña hoy aparece como hoja de ruta institucional.
El disparador tiene coordenadas precisas. Rosario de la Frontera. Una avioneta boliviana que se incrusta contra un auto y una arboleda. Fuego. Restos retorcidos. Y a unos kilómetros, bajo tierra, la verdadera escena del crimen: 364 kilos de cocaína prensada dentro de cinco paquetes enterrados en una caleta. Cada ladrillo, marcado con un logo de lujo: “Prada”. La misma marca que apareció en 1,6 toneladas de cocaína secuestradas en 2022 en el barrio Tepito, Ciudad de México, cargamento atribuido al cartel de Sinaloa, con destino final Los Ángeles.
En el mundo narco no existen las coincidencias estéticas. El logo no es decoración: es firma, propiedad, advertencia silenciosa. Los sellos distinguen al dueño de la mercadería, ordenan la cadena de pago, garantizan pureza y control. Que la misma iconografía aparezca ahora enterrada en el monte salteño sobrevuela una hipótesis incómoda: el triángulo del que hablan, off the record, investigadores y fuerzas federales —“el norte de Santiago del Estero, el este de Tucumán y el sur de Salta, nuestro triángulo de las Bermudas”— no es un mito policial; es una pista concreta de la internacionalización del crimen en el NOA.
Frente a eso, la política reacciona mirando para arriba. Sáenz reclama radarización y ley de derribo. Diputados empujan un proyecto que, aunque no tiene fuerza normativa sobre Nación, funciona como presión pública y alineamiento discursivo con la agenda del “enemigo aéreo”. Es la foto perfecta: narcoavioneta caída en el triángulo caliente, ladrillos con sello de alta gama y un gobierno provincial que exige herramientas de guerra en el cielo.
Pero la verdadera discusión empieza ahí, no termina. ¿Hasta dónde se corre la frontera entre seguridad y espectáculo? ¿Quién declara “hostil” a una aeronave? ¿Con qué inteligencia, con qué controles, con qué responsabilidad política se habilita el uso extremo de la fuerza? Y, sobre todo, ¿no es demasiado cómodo apuntar radares al cielo cuando buena parte del negocio se cocina a ras del suelo, entre pistas clandestinas, estancias, estaciones de servicio, gomerías, parajes y complicidades de uniforme y de traje?
El caso de Rosario de la Frontera desnuda las dos capas del problema. Arriba, vuelos irregulares que prueban que el espacio aéreo del norte es vulnerable. Abajo, un territorio donde la cocaína llega, se entierra, se enfria, se mueve, se protege. El sello “Prada” sobre los ladrillos es casi una provocación estética: lujo europeo estampado sobre el barro del monte, una firma global en la puerta trasera del país. Una señal de que los grandes jugadores se sienten lo suficientemente seguros como para dejar huellas.
Que el gobernador exija ley de derribo y que Diputados se plieguen al pedido de mayor poder aeroespacial no es menor. Marca un cambio de era: Salta asumiéndose como frente de una disputa que ya no es solo provincial ni coyuntural. Pero si esa agenda no viene acompañada de algo más incómodo —investigar ramificaciones locales, seguir el dinero, auditar patrimonios, desarmar redes de protección política y judicial—, la “frontera en el cielo” corre el riesgo de convertirse en pantalla de humo. Un gesto duro hacia arriba para no mirar demasiado hacia los costados.
La avioneta narco que se cayó en Rosario de la Frontera no solo dejó un expediente; dejó una advertencia. El triángulo de las Bermudas del NOA ya no es chiste interno de pasillo. Es un tablero donde se cruzan carteles trasnacionales, rutas de siempre, Estados que llegan tarde y discursos que, de tanto apuntar al cielo, pueden olvidarse de quién abre y cierra las tranqueras en la tierra.





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