
El legado inquebrantable: se despidió Carmen Loréfice, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora
General28/05/2025 "Yo no dejé mi lucha"
Con profundo pesar, la Argentina despide a Carmen Loréfice, una de las valientes integrantes de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, cuya vida se convirtió en un faro de lucha incesante por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Su partida, ocurrida en las últimas horas, no es solo la pérdida de una vida, sino el punto final de una existencia marcada por un dolor inimaginable que supo transformar en una bandera de dignidad.
Carmen Loréfice era la madre de Jorge Enrique Aggio, secuestrado el 31 de julio de 1976, en los albores de la última dictadura cívico-militar. Jorge, quien se desempeñaba como delegado sindical en la empresa donde trabajaba y era militante de Montoneros, fue una de las 30 víctimas de la brutal Masacre de Fátima, un crimen aberrante ocurrido en agosto de ese mismo año. En 2010, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logró identificar sus restos, un doloroso pero crucial avance en la búsqueda de la verdad que Carmen llevó adelante por décadas.
Su testimonio, incansable y conmovedor, fue una herramienta fundamental para que las nuevas generaciones conocieran de primera mano los horrores del terrorismo de Estado. Carmen Loréfice no se detuvo tras la recuperación de los restos de su hijo; su compromiso se mantuvo intacto, llevando su historia a escuelas, barrios y cuanta tribuna se abriera, para que la memoria colectiva se mantuviera viva y el "Nunca Más" fuera una promesa real. "Yo sigo luchando, voy a las Escuelas... para que esto se sepa y los más chicos conozcan lo que sucedió en el país", solía expresar, dejando en claro la vocación pedagógica de su lucha.
Su figura, como la de otras Madres, trasciende la tragedia personal. Carmen fue un pilar en la construcción de la memoria, un eslabón vital que conectó el pasado doloroso con el presente democrático. Su persistencia, junto a la de sus compañeras, obligó a la sociedad y al Estado a enfrentar una de las páginas más oscuras de nuestra historia, sentando las bases para los juicios por delitos de lesa humanidad.
La partida de Carmen Loréfice nos recuerda la fragilidad de la vida, pero también la fortaleza inquebrantable de la convicción. Deja un vacío, pero también un legado imperecedero de resistencia, amor y una inmensa contribución a la construcción de los derechos humanos en Argentina. Su pañuelo blanco, símbolo de una búsqueda que jamás cesó, seguirá siendo un estandarte de que la verdad, por más dolorosa que sea, es el único camino hacia la justicia plena.
"Yo no dejé mi lucha ni la voy a dejar" Su frase, simple pero contundente, reflejó su inquebrantable compromiso con la memoria, la verdad y la justicia, incluso tras la recuperación de los restos de su hijo. Es un mensaje de resistencia y esperanza que sigue inspirando a las nuevas generaciones.



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