“No es la foto, es el proyecto de país”

Política20/11/2025 Cristina respondió al "bestiario mediático"
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Hay algo profundamente revelador en el escándalo fabricado alrededor de una imagen: Cristina Fernández de Kirchner, en su departamento de San José 1111, rodeada de jóvenes economistas que fueron a presentarle un modelo económico para el siglo XXI. No es una cumbre secreta, no es una fiesta clandestina, no es un banquete de empresarios prebendarios. Es una reunión de trabajo político e intelectual. Pero el "bestiario mediático" encontró allí su nueva carnada.

El eje elegido es tan burdo como eficaz: “si está en prisión domiciliaria, ¿por qué recibe tanta gente?” La pregunta no busca una respuesta jurídica —que la tiene y es simple: toda visita está previamente autorizada por el Tribunal—, sino producir ruido moral. No se discute el contenido de lo hablado, sino la osadía de que esa mujer, aún en el marco de una condena que muchos consideran parte del lawfare regional, siga pensando el país, reciba cuadros técnicos, impulse debates, escriba y publique.

La escena de San José 1111 funciona como símbolo. Para los generadores de odio, Cristina debería ser solamente un expediente, una cicatriz política, un mal recuerdo. Nunca una interlocutora válida. Mucho menos, una referencia para más de 80 economistas que, organizados y con un documento de 400 páginas, se animan a discutir un modelo de desarrollo productivo y federal mientras el oficialismo nacional impone un ajuste salvaje.

Pero ahí está el punto: no es la foto, es la economía, estúpido.

Cristina, en su texto, desnuda la operación con una precisión quirúrgica. Recuerda que no es la primera vez que recibe visitas, que ya se publicaron fotos con dirigentes estudiantiles, con candidatos de Fuerza Patria por CABA, que nada de eso generó este escándalo amplificado. Lo que cambia ahora no es el número de personas ni la “política” en sí —porque, seamos sinceros, no hay nada más político que reunirse con candidatos antes de una elección—, sino el contenido de la agenda: un Modelo Económico Nacional frente a la catástrofe social y productiva que deja el experimento mileísta.

Los números que ella misma cita son demoledores: entre noviembre de 2023 y agosto de este año desaparecieron más de 19.000 empresas, casi 30 por día. En el mismo período se destruyeron más de 276.000 puestos de trabajo registrados: más de 430 personas por día, todos los días, perdiendo su empleo en un país que ya venía golpeado. Todo eso en nombre de una cruzada antiinflacionaria que, a pesar del sufrimiento social que genera, ni siquiera logra devolvernos a los niveles de 2015.

Frente a esta realidad, ¿qué elige discutir el ecosistema mediático dominante? ¿El modelo económico aplicado por Milei y sus consecuencias concretas en la vida de la gente? No. Elige discutir cuántas personas subieron a un departamento y si eso constituye o no “hacer política”.

Es una maniobra conocida: colocar el foco en la “forma” para no hablar del fondo. Convertir una escalera, un timbreo, una foto de sobremesa en un escándalo moral, para no tener que debatir el proyecto de país que está en juego. Porque si la discusión se corre al terreno de las ideas, de los números, de la historia económica argentina, el libertarianismo de manual pierde encanto.

Por eso, detrás del relato de “la presa que recibe visitas” late otra obsesión: disciplinar el atrevimiento político de Néstor y Cristina. Ese atrevimiento que se convirtió en década ganada para una gran parte de la sociedad, y en afrenta imperdonable para los poderes económicos que nunca le perdonaron haber tocado intereses, regulado rentas, discutido con el Fondo, puesto el salario, el empleo y el mercado interno en el centro de la escena. Ah! y ubicar a los genocidas de la dictadura en el lugar que se ganaron.

No es casual que Cristina hable de “bestiario mediático” y “bestiario judicial”. Lo que denuncia es un diseño de época: grandes medios que editorializan sentencias en tiempo real, operadores que marcan la cancha por televisión, jueces que entienden la coyuntura más por tapas de diario que por el Código Procesal. Cuando ella ironiza con la idea de que quizás convendría que Clarín y La Nación firmen directamente los fallos, está mostrando algo incómodo: la sensación creciente de que hay un poder que no se vota, que no se presenta a elecciones, pero que hace y deshace destinos políticos.

En ese marco, las visitas a San José 1111 son mucho más que un gesto de solidaridad o una foto de ocasión. Son una señal política. Dicen que, a pesar de la condena, del hostigamiento y del intento de destierro simbólico, hay una porción importante de la dirigencia —en este caso, de la academia y la economía— que sigue reconociendo en CFK una referencia para pensar alternativas a la lógica del ajuste perpetuo.

Eso es lo que realmente molesta: que en un país en recesión, con pymes al borde del cierre, con universidades ahogadas presupuestariamente y con provincias cada vez más asfixiadas, haya alguien que, desde la “herejía kirchnerista”, vuelva a poner sobre la mesa la idea de un modelo productivo, federal, con trabajo y salario como pilares. En un contexto donde el discurso oficial repite que la única salida es “aguantar”, “sacrificarse” y “no llorar”, que alguien vuelva a hablar de crecimiento, de industria, de desarrollo territorial, es casi un sacrilegio.

No, no es la foto. Es la economía, el poder y el miedo a que vuelva a discutirse, en serio, qué país queremos construir.
 
 
 

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