IPS y Círculo Médico tensan la cuerda y el sistema de salud se resiente

General18/11/2025 Afiliados en el medio
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Mientras el Instituto Provincial de Salud de Salta (IPS) y el Círculo Médico de Salta cruzan comunicados, los afiliados miran desde la platea… y pagan desde el bolsillo. La pulseada entre la obra social provincial y la entidad que agrupa a buena parte de los médicos dejó en evidencia algo que nadie admite abiertamente: el sistema está ordenado en función de quién negocia con quién, no de la necesidad del paciente.


En su comunicado, el IPS publicó un “Instructivo para reintegros” que, en los hechos, supone un cambio de escenario para miles de afiliados que se atienden con profesionales nucleados en el Círculo Médico.

El organismo aclara que los “prestadores directos” —aquellos que mantienen convenio directo con el IPS— seguirán trabajando con normalidad, “sin cambios ni necesidad de reintegros”. La novedad recae sobre “los demás profesionales (agrupados en el Círculo Médico de Salta)”, para los que se implementa un sistema de reintegros en dos modalidades:

  • Consultas médicas
  • Prestaciones ambulatorias

En ambos casos, el afiliado deberá pagar la atención de su bolsillo, juntar facturas, informes médicos, bonos de autorización y constancia de CBU, y luego presentarse personalmente en la sede de Mitre 355, sector “Emisión de Órdenes”, de lunes a viernes, de 7.30 a 20.30, para iniciar el trámite. El IPS aclara además que no se aceptarán billeteras electrónicas de ningún tipo.

En términos simples: antes el afiliado mostraba el carnet, ahora debe adelantar el dinero, hacer cola, completar papeles y esperar que el reintegro llegue a su cuenta “cuando corresponda”.

El Círculo Médico marca la cancha

Del otro lado, el Círculo Médico respondió con un comunicado de tono institucional pero cargado de mensaje político hacia adentro del sistema. Allí reafirma que la “unidad de las médicas y los médicos de la provincia constituye un pilar estratégico para garantizar un sistema de salud estable, previsible y de calidad” y defiende la negociación colectiva profesional como herramienta para ordenar el vínculo entre financiadores y prestadores.

La entidad enumera qué garantiza su estructura institucional:

  • Tiempos de pago definidos y exigibles, “fundamentales para la sostenibilidad del trabajo médico”.
  • Honorarios acordes a la responsabilidad sanitaria, definidos mediante representación gremial.
  • Acceso a múltiples convenios con reglas de actualización explícitas.
  • Auditoría de débitos para evitar descuentos injustificados.
  • Respaldo legal e institucional para cada profesional.

Luego, lanza el tiro por elevación: advierte que la fragmentación o negociación aislada debilita la planificación sanitaria, genera asimetrías graves y expone a los profesionales a condiciones fijadas unilateralmente, con impacto directo en la disponibilidad de recursos humanos.

Sin nombrar al IPS, el Círculo deja claro su diagnóstico: si cada médico negocia solo con una obra social poderosa, pierde fuerza. Y si la obra social impone condiciones sin contrapeso, el sistema se desbalancea.

Una pelea de poder con cuerpo de “tecnicismo”

Leídos en conjunto, los dos comunicados describen una disputa clásica: quién fija las reglas del juego en la salud salteña. El IPS se presenta como garante de la continuidad del servicio, separando “prestadores directos” (que siguen como siempre) de los médicos del Círculo, para los que habilita sólo la vía del reintegro.

El Círculo Médico se planta como defensor de condiciones mínimas de trabajo y de la negociación colectiva frente a financiadores que, según advierte, tienden a fijar condiciones unilaterales.

En el medio quedan los afiliados, que no participaron de ninguna mesa de negociación pero son quienes terminan pagando la cuenta: adelantan plata, pierden tiempo en trámites y viven con la incertidumbre de si el reintegro será completo, parcial o tardío.

El problema deja de ser solo administrativo y se vuelve político-legislativo: ¿hasta qué punto una obra social estatal puede reconfigurar la modalidad de atención sin una discusión abierta en la Legislatura o en ámbitos de control? ¿Quién protege al usuario cuando los conflictos entre financiadores y prestadores se traducen en menos accesibilidad y más burocracia?

Fragmentación sanitaria y silencio oficial

El Círculo advierte que la fragmentación “debilita la capacidad de planificación sanitaria” y expone a los profesionales a condiciones asimétricas. Falta agregar la otra mitad de la frase: también debilita el derecho de los pacientes a una atención oportuna y previsible.

La política, por ahora, mira de reojo. No hay proyectos de ley que ordenen con claridad la relación entre el IPS y los prestadores en contextos de conflicto, ni mecanismos expeditivos que aseguren que cualquier cambio de modalidad de atención tenga como prioridad la continuidad del servicio.

En la práctica, el mensaje que reciben los afiliados es otro. Si quieren seguir atendiéndose con su médico de siempre del Círculo, deben asumir el riesgo financiero y el laberinto de los reintegros. Si no pueden adelantar plata, deberán buscar prestadores “directos” que acepten la obra social, aunque eso implique cambiar de profesional o alejarse de su lugar de residencia.

A la buena de Dios

IPS y Círculo Médico cierran sus comunicados hablando de “garantizar un sistema de salud de calidad” y de “diálogo constructivo con las autoridades”. En el papel, suena razonable. En la vida real, el afiliado se encuentra con turnos reprogramados, cuentas que pagar, mostradores colapsados y respuestas cruzadas: la obra social culpa a los médicos, los médicos señalan al IPS, y nadie se hace cargo del mientras tanto.

La tensión entre la obra social provincial y el Círculo Médico no es solo una pelea corporativa: es un síntoma de un sistema que hace equilibrio sobre la espalda del usuario. Hasta que la discusión no tome estatus político y legislativo —con reglas claras, controles y participación real de los afiliados—, los salteños seguirán quedando en el lugar más incómodo de la ecuación: a la buena de Dios, entre comunicados elegantes y prácticas cada vez más hostiles para enfermos y trabajadores de la salud.

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