Milei en el Chaco: una visita religiosa en un país sin obras

General04/07/2025 Por Ramiro Jiménez
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Javier Milei volvió a salir del AMBA. Esta vez, eligió la provincia del Chaco, no para inaugurar un hospital, una escuela o una ruta —obras tan necesarias como ausentes en su agenda—, sino para encabezar la apertura de una iglesia evangélica.

En medio de una profunda crisis económica, con índices de pobreza en alza y un Estado desmantelado, el presidente eligió visitar una de las provincias más castigadas del país para asistir a un evento de la organización evangélica “Invasión del Amor de Dios”.

Se trata de una megaiglesia con fuerte presencia en el norte argentino, vinculada a los pastores Jorge y Betty Ledesma, quienes llevan años construyendo un imperio espiritual (y económico) a partir del diezmo de sus fieles, las donaciones privadas y una estructura de marketing y espectáculo religioso pocas veces vista en el país. Mientras la obra pública está paralizada, y millones de argentinos esperan soluciones concretas a sus problemas cotidianos, el presidente dedica su tiempo y su investidura institucional a una actividad privada, de carácter confesional y que, aunque legítima para sus fieles, no representa al conjunto de la ciudadanía.

En siete meses de gobierno, Milei no ha inaugurado una sola obra pública relevante en el interior del país. La paralización de rutas, escuelas, hospitales y viviendas sociales es una marca de su gestión. En cambio, eligió bendecir un acto evangélico, en una provincia que arrastra serios problemas estructurales: falta de empleo, déficit habitacional, servicios colapsados y un sistema educativo y sanitario en emergencia.

La visita del presidente no es inocente. Se enmarca en su estrategia de aliarse con sectores religiosos que comparten su prédica “anti Estado” y su visión conservadora de la vida social. Pero lo que Milei no parece entender —o elige ignorar— es que no se gobierna con fe, sino con políticas públicas. El rol de un presidente no es oficiar cultos ni ser figura central de una liturgia, sino transformar la realidad de millones que hoy no llegan a fin de mes, que pierden sus trabajos o que esperan hace años que se termine una obra en su barrio.

La “invasión del amor de Dios” contrasta con la retirada del Estado. Mientras las iglesias crecen, las escuelas se caen. Mientras se construyen templos, se abandonan hospitales. Y mientras el presidente celebra entre pastores, millones de argentinos siguen esperando que vuelva a recorrer el país no como predicador, sino como gobernante.

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