

Una vez más, la extracción hidrocarburífera en Salta deja al descubierto la fragilidad ambiental de la provincia y la escasa capacidad de respuesta ante situaciones de crisis. La fuga de gases y líquidos del pozo LO X-10, ubicado en el área “Puesto Guardián” en jurisdicción de Pichanal, generó una emergencia que el gobierno intenta contener con un comité de crisis, reuniones técnicas y medidas que llegan tarde.
El comité, integrado por diversas áreas del Ministerio de Producción y Desarrollo Sustentable, delineó un plan de acción para controlar los efectos de la fuga. Se estimó un radio de seguridad de entre 200 y 300 metros, se reforzaron piletas de contención y se establecieron zonas de exclusión. Pero lo cierto es que la fuga se detectó hace semanas, y recién ahora se empiezan a tomar acciones concretas para controlar los daños.
Una situación que se agrava
Según la última inspección realizada el 4 de junio, la situación en el pozo mostró un "incremento de criticidad", con mayor presencia de gases y fluidos contaminantes. El comité ordenó medidas inmediatas como el saneamiento del área y la apertura de caminos alternativos para los pobladores locales, pero no dio detalles claros sobre el impacto ambiental concreto ni sobre la afectación en las comunidades aledañas.
Las autoridades insisten en que las zonas están señalizadas y bajo control, pero no hay información pública sobre los niveles de gases presentes ni sobre los riesgos para la salud humana y animal. Tampoco se han difundido reportes técnicos que permitan dimensionar el alcance real del incidente.
Empresas en la mira, pero sin sanciones claras
El gobierno provincial inició una demanda ambiental contra seis empresas, entre ellas YPF y President Petroleum, por los daños generados en el área. La acción judicial exige saneamiento y restauración del ecosistema, aunque por ahora no se conocen medidas concretas de sanción, ni plazos ni garantías de cumplimiento.
En este sentido, la reacción del Estado parece más una formalidad legal que una verdadera ofensiva contra el abandono y la desidia empresarial. El pozo LO X-10 no es un caso aislado: es un símbolo de la falta de controles históricos en zonas donde las petroleras operan con total discrecionalidad, dejando pasivos ambientales que después debe afrontar la comunidad.
Una emergencia que exige transparencia y compromiso
El comité anunció nuevos estudios de laboratorio que comenzarán la semana próxima para definir zonas seguras y actualizar las medidas de contención. Pero en una situación de esta magnitud, la lentitud y la falta de información transparente son tan graves como la fuga misma.
El Gobierno debe responder con claridad: ¿Cuál es el impacto real sobre el suelo y las aguas subterráneas? ¿Qué responsabilidad tienen las empresas concesionarias y por qué se permitió que el pozo llegara a este estado crítico? ¿Quién garantiza que este tipo de emergencias no se repita?
Mientras tanto, en Pichanal reina la incertidumbre. Los vecinos esperan respuestas. Y el ambiente, como siempre, paga el costo del extractivismo sin control.



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