Estamos cada vez más yankis: en Argentina, una de cada cuatro personas sufre obesidad

General05/03/2025 Alimentación saludable inaccesible
Infancia

El 4 de marzo fue el día mundial de la Obesidad y se estableció esta fecha con propósito de visibilizar esta epidemia mundial que crece con el correr de los días.

En Argentina, la obesidad es un problema de salud pública que afecta a un gran porcentaje de la población.  El porcentaje en nuestro país es alarmante: el 57,9% de los adultos y el 42% de los niños en edad escolar tienen sobrepeso u obesidad, el 41,1% de los chicos y adolescentes tiene sobrepeso y obesidad. De esto se deduce que 1 de cada 4 argentinos tiene obesidad.

La obesidad es consecuencia de una variedad de factores, incluyendo biología, salud mental, riesgos genéticos, ambiente, planes médicos e ingesta de alimentos altamente procesados. Es por ello que, no basta con comer menos y moverse más para frenar la obesidad. Si bien el ejercicio físico representa un factor importante para la salud en general, y forma parte de la prevención y el control, no es en sí un tratamiento.

Es necesario entender que la obesidad es una enfermedad y que no se debe culpar a la persona que la tiene, ya que no se debe a una falta de esfuerzo, sino a múltiples factores. El estigma social de la obesidad refuerza la suposición errónea de que la enfermedad es responsabilidad de la persona. Ello puede dañar su bienestar mental y físico y entorpecer la búsqueda de asistencia médica y la adopción de estilos de vida más saludables.

Hay múltiples factores que escapan al control del individuo, como los biológicos y genéticos, que ponen a algunos en mayor riesgo de obesidad. El ambiente físico y social también incide en los estilos de vida y hábitos alimentarios.

Recomendaciones fuera de serie

El Ministerio de Salud se encarga de alertar a la población y además emitir recomendaciones para evitar problemas mayores a causa del sobrepeso o la obesidad. Algunas de las recomendaciones parecen hechas para quienes tienen ya la vida resuelta y todas sus capacidades desarrolladas.

Algunas recomendaciones son "evitar el consumo de alimentos con alto contenido de azúcares refinados (dulces, azúcar de mesa, gaseosas, golosinas…)" o "evitar el consumo de bebidas alcohólicas". ¿Cómo evitar el consumo de alcohol en un país donde la bebida nacional es el Vino? ¿Cómo evitar los productos procesados si son los que se venden en menor costo?

Otra de las recomendaciones es "tomar suficiente agua segura durante todo el día". En Salta, donde por épocas el agua que sale de las canillas tiene color propio y en muchos barrios los cortes de servicio son frecuentes y en ocasiones por varios días (tal como les sucede a vecinos y vecinas del Encón - La Silleta).

Algunas recomendaciones hablan de comer correctamente: en horario, masticando el alimento y dedicando por lo menos 20 minutos a la digestión. Quienes trabajan fuera de casa, es decir la mayoría, no solo tienen el tiempo limitado para comer. El tiempo para alimentarse bien es escaso, al igual que el dinero para comprar buenos insumos para cocinar.

La recomendación más polémica es "evita fiambres, embutidos, galletitas y alimentos procesados" y consumí "alimentos variados, de todos los grupos: lácteos, carnes con bajo contenido graso, huevos, vegetales, frutas, cereales, derivados integrales, legumbres, aceites vegetales, agua". Lo problemático no es lo qué se recomienda, sino en el contexto en el que se realiza.

Estamos afrontando el consumo de carne más bajo en la historia de este país, el precio de los alimentos se disparó y la circulación de productos de dudosa calidad creció no solo en negocios de barrio sino también en las grandes cadenas de supermercados.

Desde el Ministerio de Salud recomiendan además "evitar ayunos prolongados, prestando atención a las señales de hambre y de saciedad". También aconsejan "comer para saciar el hambre y no para afrontar emociones, evitando el picoteo y los atracones". Recomendaciones individuales y generalizadas para una población que se encuentra limitada para el ejercicio pleno de la alimentación consciente.

Entre las últimas sugerencias, exhortan a la ciudadanía a evitar una forma de vida sedentaria y acostumbrarse a realizar actividad física según edad y posibilidad. ¿Cómo hacer espacio en la agenda personal para la actividad física si la realidad de más de la mitad de la población está en situación de pobreza?

Alimentación consciente 

¿Cuánto sabemos sobre nuestro cuerpo y las necesidades primordiales a cubrir? Nuestra cultura nos esta acostumbrando a sostener hábitos alimenticios que alejan nuestra experiencia vital de la salud y nos acercan a la enfermedad. 

Ejemplos sobre hábitos poco saludables que forman parte de la cultura nacional, sobran. Abunda la comida chatarra y se hacen cada vez más frecuentes los locales de comidas rápidas en la ciudad. El consumo de bebidas azucaradas crece con la economía sin importar la clase social. 

Sobrados estudios destacan que las harinas refinadas hacen mucho daño, y la respuesta no solo del mercado sino también del Estado es ofrecer panificados a la sociedad. Esto es notorio en las políticas que llevan a cabo los diferentes niveles de gobierno, por ejemplo el desayuno/ merienda que ofrecen en instituciones educativas, o el sostenimiento de la Panadería Social con una propuesta limitada y poco saludable.

Pero ¿Qué alternativas tenemos? Si el precio de las legumbres empaquetadas es inaccesible, no solo por el valor sino por la poca variedad. Este tipo de productos, vendidos a granel, bajan el costo pero se vende así en pocos lugares.

Ni hablar de la calidad de las verduras y las frutas, que decae día a día pues los productores prefieren exportar antes que vender aquí. Sumado a esto nos encontramos que el control es escaso, y da cuenta de ello el pasado brote de salmonella a causa de verduras regadas con aguas servidas de un río contaminado que atraviesa la ciudad.

La enorme desconfianza que esto genera sobre las verduras y frutas, de alguna manera termina alejando a consumidores de este tipo de productos. Lo cual deriva en una confianza irrestricta a aquellos procesados empaquetados que dicen ser saludables.

Ni el mercado a través de los productos que ofrece, ni el Estado a través de sus políticas de regulación y control, están acompañando a la ciudadanía en este cambio. La responsabilidad entonces, recae en el individuo y su conciencia, su voluntad y su sapiencia sobre el tema.

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