Nueve días de incertidumbre, un cajón cerrado y ninguna certeza: la extraña muerte de Mabel en Salta

General14/08/2025 Incógnita
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Foto: El Tribuno

La historia de Mabel, una mujer salteña que desapareció y fue hallada muerta días después, parece salida de un guion policial mal escrito: un cuerpo encontrado en circunstancias dudosas, un protocolo de búsqueda plagado de fallas y una familia que, al día de hoy, no sabe si realmente es ella quien está en el féretro sellado.

El lunes 4 de agosto fue la última vez que Héctor, hermano de Mabel Graciela Burgos (52), tuvo contacto con ella. Trabajaban juntos y se veían a diario. Ese día él viajó a Buenos Aires y, al regresar el miércoles por la noche, recibió el llamado de su familia preguntando si sabía algo.

Mabel solía ausentarse un par de días, pero siempre volvía a casa por sus perros. Esta vez no fue así. Eduardo comenzó a buscarla en hospitales y centros de salud, sin éxito. El jueves, preocupado, realizó la denuncia de desaparición.

Un protocolo que no llegó a tiempo

La denuncia, que debía activar de inmediato el protocolo de búsqueda, se topó con la primera irregularidad: la policía llamaba a la familia para preguntar si había novedades, en lugar de informar sobre avances.

Recién el domingo —casi una semana después de la desaparición— agentes especializados dijeron hacerse cargo del caso. Ese mismo día, los perros rastreadores marcaron una posible salida de la mujer hacia una esquina cercana, pero no revisaron el piso superior de la vivienda donde, días más tarde, supuestamente aparecería el cuerpo.

El hallazgo y la duda más dolorosa

El miércoles siguiente, al mediodía, la familia recibió la noticia: habían encontrado el cuerpo en la casa. Sin embargo, ningún familiar pudo ingresar a la habitación. Tampoco la vecina convocada como testigo, que firmó el acta sin haber visto a la persona.
El cadáver fue retirado y llevado directamente a la morgue. La fiscalía ordenó sellar el féretro, impidiendo a la familia confirmar la identidad.

Preguntas sin respuesta

Para Eduardo y su padre, el hallazgo es incomprensible: ambos habían revisado la vivienda días antes sin encontrar nada ni percibir olores, algo que consideran incompatible con un cuerpo que, supuestamente, llevaba varios días en el lugar.
“Queremos abrir el cajón. No sabemos si es nuestra hermana la que está ahí. No queremos enterrar un cuerpo sin estar seguros”, expresó Eduardo en diálogo con Fernando Climent.

Un caso que expone las grietas del sistema

La desaparición y muerte de Mabel dejan al descubierto la descoordinación policial, la falta de protocolos efectivos y la escasa transparencia judicial. Desde la denuncia tardía hasta el hallazgo rodeado de dudas, el caso evidencia que las familias de personas desaparecidas no solo enfrentan la angustia de la pérdida, sino también la burocracia y el silencio oficial.

Hoy, Mabel no solo es un nombre en una causa judicial: es un símbolo de todo lo que no debería pasar cuando una vida está en riesgo. Su familia espera, entre el dolor y la indignación, una respuesta que les devuelva al menos una certeza: saber a quién están despidiendo.

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