
Olmedo y la “reforma del patrón”: cuando el sacrificio se convierte en modelo
Política06/11/2025 Reforma laboral
Alfredo Olmedo, empresario y referente de La Libertad Avanza en Salta, volvió a marcar la cancha en el debate sobre la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional. Lo hizo fiel a su estilo: sin eufemismos, desde el lugar del patrón. “Trabajo 14 horas por día y usted me ve impecable, ¿verdad?”, desafió, para justificar una flexibilización que —según él— “beneficiará tanto al trabajador bueno como al empleador”.
El exdiputado salteño defendió el proyecto oficial como una herramienta para “generar empleo” y “dar libertad” a las partes, pero en su discurso quedó claro que la libertad a la que alude es la del empleador. “Si fuera por el mozo, quisiera trabajar 20 horas”, ejemplificó, hablando de su propio restaurante. Y agregó, sin rubor: “Como factura bien, ganan un buen sueldo, más las horas extra y las propinas, hacen como un doble sueldo”.
Para Olmedo, el límite de la jornada de ocho horas es apenas una formalidad. “Seguramente va a haber condiciones para aquellos que tengan que trabajar 10 o 12, como en una cosecha o en el caso del mozo”, planteó, naturalizando la extensión horaria como parte del “nuevo empleo” que promete el mileísmo.
La ley del más fuerte
El discurso del empresario y político no es nuevo: representa una visión del trabajo basada en la obediencia y el mérito individual, donde los derechos laborales aparecen como obstáculos y las leyes de protección como “trabas” al progreso. “A usted, como dueño de un programa de televisión, estas leyes le van a permitir tomar un camarógrafo sin miedo a perder lo poco o mucho que logró si le hace un juicio”, explicó.
Así, bajo el argumento de “dar previsibilidad”, Olmedo sintetiza la idea central del proyecto libertario: reemplazar derechos adquiridos por acuerdos individuales entre partes desiguales. En la práctica, eso significa habilitar relaciones laborales más precarias, con menos garantías para el trabajador y más poder para el empleador.
El patrón modelo
Olmedo se presenta como ejemplo de éxito y sacrificio personal —“trabajo 14 horas por día”—, pero su relato también deja ver la lógica de la autoexplotación convertida en virtud. Desde ese pedestal moral, defiende la idea de que quien trabaja más merece más, sin reparar en las condiciones, los riesgos ni las desigualdades estructurales.
En el fondo, lo que Olmedo propone no es una “reforma laboral moderna”, sino una restauración del viejo orden patronal donde el trabajo vale solo si se somete, si se calla y si agradece. El trabajador “bueno” es el que no reclama, el que no se enferma, el que acepta jornadas de doce horas con una sonrisa y propina incluida.
El nuevo contrato social del mileísmo
La reforma laboral que promueve La Libertad Avanza se inscribe en esa narrativa: menos Estado, menos derechos, más “libertad” para los empresarios. Una ecuación que, lejos de modernizar el sistema, lo empuja hacia atrás, hacia un país donde el empleo formal se vuelve privilegio y la informalidad, regla.
En boca de Olmedo, el futuro del trabajo suena a pasado: a la fábrica sin sindicatos, al campo sin descanso, al empleado “agradecido” por tener patrón. Una versión 2.0 del “que trabaje el que quiera”, pero con mozo incluido.


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