La Libertad Avanza en Salta: cuando lo nuevo se parece demasiado a lo de siempre

Política16/12/2025 Pureza doctrinaria vs. pragmatismo electoral
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En Salta, la política no se discute solamente en términos de programas, ideologías o consignas nacionales. Se discute —y se define— en clave de trayectorias personales, apellidos, lealtades rotas y, sobre todo, memoria social. Por eso, la posible incorporación de Bettina Romero a La Libertad Avanza (LLA) no es un movimiento más dentro del ajedrez electoral: es una provocación simbólica que desnuda una interna tan cruda como inevitable.

LLA llegó a Salta montada sobre una promesa clara: romper con “la casta”, dinamitar las viejas estructuras y representar un hartazgo social profundo frente a la política tradicional. En una provincia atravesada históricamente por liderazgos fuertes, clanes familiares y una administración del poder basada en redes personales más que en partidos, ese discurso encontró eco. Pero también encontró límites porque Salta recuerda, y recuerda bien.

La figura de Bettina Romero no es neutra en el imaginario salteño. Es hija de una de las familias políticas más influyentes de las últimas décadas, exintendenta de la capital, exponente de una gestión marcada por controversias, obras cuestionadas, funcionarios judicializados y un final electoral que dejó más preguntas que adhesiones. En la cultura política local, donde el apellido pesa tanto como el presente, su eventual desembarco en LLA activa una alarma profunda: la sensación de que lo “nuevo” puede estar reciclando lo más conocido.

La interna libertaria: pureza doctrinaria vs. pragmatismo electoral

La Libertad Avanza en Salta no es un bloque homogéneo. Conviven allí militantes ideológicos, cuadros jóvenes sin pasado partidario, dirigentes emergentes y oportunistas de ocasión. La posible llegada de Bettina Romero expone esa fractura sin eufemismos.

Por un lado, están quienes creen que ganar exige volumen político, conocimiento territorial y nombres con instalación. Para ese sector, Romero representa estructura, visibilidad y un piso electoral que puede ser funcional a una elección competitiva. Es el ala pragmática, dispuesta a justificar la contradicción en nombre de la eficacia.

Del otro lado, emerge una resistencia visceral, profundamente salteña en su forma: no tanto ideológica como moral y cultural. La política local castiga con dureza a quienes “se cambian de poncho” sin explicaciones convincentes. En Salta, el transfuguismo no se perdona fácilmente, sobre todo cuando se presenta envuelto en un discurso refundacional.

Aquí la contradicción es brutal: ¿cómo puede un espacio que construyó su identidad contra la “casta” incorporar a una dirigente que encarna, para muchos, exactamente aquello que se prometió erradicar?

La idiosincrasia salteña: respeto, desconfianza y memoria larga

Hay un rasgo clave de la idiosincrasia salteña que suele subestimarse desde Buenos Aires: la desconfianza silenciosa. En Salta, la política no siempre se grita; muchas veces se rumorea, se observa, se evalúa en privado y se castiga en las urnas. El voto puede ser paciente, pero no es ingenuo.

La posible incorporación de Bettina Romero a LLA no genera un rechazo escandaloso inmediato; genera algo más peligroso: ruido interno, incomodidad y desmovilización. Militantes que dudan, simpatizantes que se repliegan, votantes que empiezan a pensar que “son todos lo mismo”. En una provincia donde el desencanto político es profundo, esa sensación puede ser letal.

Además, Salta tiene una relación particular con el poder femenino en política: lo observa con expectativa, pero también con una vara exigente. La experiencia reciente de la exintendenta dejó heridas abiertas que no se cierran con un simple cambio de sello partidario.

Un dilema identitario que excede a Bettina Romero

El conflicto no es solo por Bettina Romero. Es por lo que su figura simboliza. La discusión de fondo es si La Libertad Avanza en Salta será un proyecto identitario, coherente con su narrativa original, o una franquicia electoral dispuesta a absorber todo lo que el sistema expulsa.

En una provincia donde los espacios políticos suelen licuarse en alianzas circunstanciales, LLA tenía la oportunidad de construir algo distinto. La incorporación de figuras del viejo esquema, sin una autocrítica explícita ni un nuevo contrato con la sociedad, amenaza con convertir esa promesa en una repetición más del ciclo salteño: ruptura, cooptación, desgaste.

El riesgo de traicionar el clima de época

La interna de La Libertad Avanza en Salta revela una verdad incómoda: el cambio no se declama, se sostiene. Y en una sociedad con memoria larga y olfato político entrenado, las incoherencias se pagan.

La posible llegada de Bettina Romero no solo tensiona al espacio libertario; pone a prueba su capacidad de leer la idiosincrasia salteña, esa mezcla de tradición, desconfianza y sentido común que no siempre coincide con las urgencias del marketing político.

En Salta, el poder puede perdonar muchas cosas, pero rara vez perdona que le tomen el pelo. Y hoy, en la interna de LLA, esa sensación empieza a asomar con fuerza.

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