Guzmán Coraita, el emergente que se hizo institución

Política28/10/2025 Análisis
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Hay momentos en que la política deja de buscar figuras y las figuras empiezan a ordenar la política. Gonzalo Guzmán Coraita llegó a ese borde. Abogado, cara visible de Salta Transparente y hoy referente de La Libertad Avanza, el 10 de diciembre lo encontrará con un doble asiento que pocos pueden exhibir: convencional constituyente municipal —donde su espacio selló mayoría— y senador nacional. No es una anécdota; es una declaración de poder.

Su irrupción no viene del “aparato”, sino de una constancia incómoda: años de rastrillar contratos, números opacos y hábitos de gestión que sobrevivían a cualquier campaña. Esa militancia del dato, que en otro tiempo quedaba encapsulada en ONGs o portales, hoy mutó a programa político. Y le dio a Guzmán Coraita un capital que vale más que mil afiches: credibilidad. La pregunta es si podrá convertirla en gobierno de reglas —aquí y en Buenos Aires— sin que se le escurra entre los dedos.

La doble función es una promesa y una trampa. Promesa, porque habilita un puente virtuoso: llevar el “espíritu Milei” de reforma y disciplina al escalón municipal, donde se decide cómo se contrata, cuánto se gasta y quién controla, mientras en el Senado juega fichas mayores en presupuestos, acuerdos y marcos de transparencia. Trampa, porque expone al peor de los veredictos: decepcionar en dos frentes a la vez. Nada erosiona más rápido que el desfasaje entre épica y letra chica.

El oficialismo capitalino mira el tablero con instinto de conservación: aceptar la marca de “transparencia” como clima y pelear cada coma que afecte la gobernabilidad cotidiana. Guzmán Coraita, si quiere ser algo más que un fiscalizador con micrófono, deberá evitar la tentación del maximalismo. Una Carta Orgánica que convierta cada trámite en vía crucis es la coartada perfecta para quienes susurran que “así no se puede gestionar”. Su desafío es quirúrgico: controles con dientes y gestión que respire. Menos consignas, más arquitectura institucional.

¿Tendrá el mismo pulso reformista que Milei? El espejo le exige convicción y método. Convicción para tocar intereses que se disfrazan de “usos y costumbres”. Método para traducir slogans en artículos operativos: trazabilidad de compras, datos abiertos útiles, auditorías con plazos y sanciones, participación ciudadana que incida y no entretenga. Si la mayoría conquistada en la Convención no entrega resultados medibles en seis meses, la narrativa de cambio empezará a oxidarse.

Lo que pone en juego no es su agenda personal: es el experimento libertario en formato local. Si consigue una reforma que ordene sin encorsetar, y si en el Senado muestra pericia y acuerdos en comisiones clave, Salta habrá parido un liderazgo con proyección provincial. Si se pierde en la simultaneidad o confunde transparencia con punitivismo reglamentarista, quedará archivado en la vitrina de los emergentes que prometieron más de lo que pudieron diseñar.

Guzmán Coraita ya demostró que sabe señalar lo que no funciona. Desde el 10 de diciembre deberá probar algo más difícil: construir aquello que sí funcione. Si lo logra, dejará de ser “la figura emergente” para convertirse en la referencia que obliga a todos —oficialismo y oposición— a elevar el estándar. Si no, habrá desperdiciado una oportunidad que no se repite cada elección. En política, el poder real no es hablar fuerte: es escribir la norma que te sobrevive. Ahí está su examen.

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