Milei vs. Milei: cuando la deuda era “inmoral”

General23/09/2025 De préstamo en préstamo
cd salta (11)

Hay archivos que no envejecen: te esperan. Y cuando vuelven, te ponen frente al espejo. Eso pasa con Javier Milei y la deuda: el economista que denunciaba endeudarse como “inmoral” y “impuestos futuros” es hoy el presidente que pide más dólares, busca adelantos y celebra la puerta del FMI. ¿Qué diría el Milei de ayer del Milei de hoy?

Escuchar de corrido los audios no deja margen para el matiz. Milei, 2018: “No te van a dar plata para que te la patines en una aventura electoral”. El contexto era el rescate a Mauricio Macri y el protagonismo de Luis “Toto” Caputo. La tesis de Milei era clara: endeudarse para sostener el tipo de cambio y financiar el ciclo político era una trampa inmoral que terminaban pagando generaciones futuras.

Otro registro, en la misma sintonía: “La deuda son impuestos futuros”. Milei gritaba esa consigna como diputado, martillando una idea central del manual libertario: cada dólar que entra por deuda es un peso que le sacás mañana a alguien que todavía no votó.

Avancemos rápido al presente. La economía enfrenta una demanda febril de dólares, un Banco Central exhausto y la consabida procesión a Washington. Se reeditan tapas conocidas (“Estados Unidos analiza cómo ayudar a la Argentina”, Clarín) y se reactiva el reflejo histórico: buscar adelantos, desembolsos extraordinarios, ingeniería de liquidez. Lo mismo que Milei denunciaba en otros: ahora es política oficial.

Y acá el archivo pega donde duele. Milei criticaba con nombre y apellido: Caputo “vendiendo dólar barato a sus amigos” y “poniéndole techo al precio” con plata del Fondo, decía. Hoy, Caputo es su ministro de Economía y la lógica —contener el dólar con munición externa y anclar expectativas— es la válvula de escape del plan.

Milei contra Milei

Ayer: “Tomar deuda es inmoral”.
Hoy: Se gestiona más financiamiento y se celebra cada puerta que abre el FMI.
Ayer: “La deuda son impuestos futuros”.
Hoy: Se busca cobertura externa para sobrevivir al presente, pateando costos hacia adelante.
Ayer: “No te dan plata para que la patines en una aventura electoral”.
Hoy: El ancla cambiaria y la licuación son el corazón de la estrategia política hasta las elecciones.

No hay acá una discusión técnica exquisita. El propio Milei del pasado nos ofrece el marco moral: endeudarse para sostener un programa sin reformas políticas amplias era corrupción intertemporal. ¿Qué cambió? ¿La realidad o el estándar? Si cambió la realidad, debería explicarse sin eufemismos. Si cambió el estándar, entonces hablamos de otra cosa: de una renuncia a la coherencia como regla.

La trampa de los “contextos que cambian”

La defensa habitual es automática: “cambiaron las condiciones”. Sí, cambian siempre. Cambió en 2001, cambió en 2018, cambió ahora. Precisamente por eso el archivo pesa: el Milei analista no dejaba puerta a la excusa contextual. Endurecía el juicio con un principio simple —“no endeudarse”— porque sabía que los gobiernos, tarde o temprano, terminan pidiendo prestado para comprar tiempo. Hoy repite el libreto que descalificaba.

Si la deuda era antes “inmoral” por convertir a futuras generaciones en pagadoras de un presente ingobernable, ¿por qué dejaría de serlo ahora? Si antes denunciar al FMI era exhibir la dependencia de un plan frágil, ¿por qué hoy el Fondo aparece como guardián de la disciplina y no como coautor del ajuste?

Política, poder y costos

La contradicción no es solo discursiva. Es política. Ningún plan antiinflacionario que descansa en el ancla cambiaria sin un pacto social y fiscal mínimo puede prescindir de dólares frescos. Pedirlos implica ceder grados de libertad y admitir que el “estado mínimo” se financia, también, con deuda máxima. Milei eligió gobernar con la herramienta que demonizó.

¿Se puede cambiar de idea? Claro. Pero cambiar exige argumentar. Lo honesto sería decir: “Necesitamos deuda ahora para llegar vivos al reordenamiento, y acepto el costo intergeneracional”. En cambio, el relato oficial intenta vender lo mismo que antes llamó “aventura electoral” como si fuera un peaje virtuoso.

El archivo no es nostalgia: es evidencia. Ayer, Milei pedía no repetir la historia. Hoy la repite con su firma. Endeudarse para sostener el tipo de cambio y el pulso político es, según su propio catecismo, inmoral y caro. Si la convicción cambió, que lo diga con todas las letras. Si no cambió, entonces lo que cambió es quién paga y quién decide.

La deuda siempre encuentra a sus deudores. Y también a sus palabras. Cuando llegue la próxima factura, no será solo del FMI. Será, sobre todo, del Milei que dijo —a gritos— que la deuda eran impuestos futuros. Y que ahora nos los está cobrando en cuotas.

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