

“No fui elegida por ser amante o amiguita” y el silencio que dejó expuesta a la Cámara
El Tintero Legislativo 19/12/2025 Galleguillos y el micromachismo libertario

En la sesión del martes en la Cámara de Diputados de Salta, la legisladora Griselda Galleguillos tomó la palabra tras ser elegida presidenta de la Comisión de Minería. Lo que parecía un mensaje institucional de rigor derivó en una intervención con alto voltaje político: denunció una campaña de hostigamiento dentro del ecosistema libertario y, en el mismo movimiento, puso sobre la mesa una de las formas más crudas —y más naturalizadas— de disciplinamiento hacia mujeres que acceden a espacios de poder.
“Valoro mucho que hayan reconocido mi trabajo, mis capacidades, el esfuerzo. No fue un limitante ser mujer ni ser del interior, ni tampoco ser amante o amiguita de algún político de turno”, disparó Galleguillos del Frente Liberal Salteño, abriendo un tema que en la política salteña suele circular en voz baja, en pasillos y por redes, pero rara vez se pronuncia en el recinto con esa explicitud.
El subtexto fue tan evidente como incómodo: cuando una mujer asciende, una parte de la conversación pública (y interna) no discute su formación o su trayectoria, sino su vida privada. No se cuestiona el “qué sabe”, sino “con quién está”. Y ese mecanismo, viejo como la rosca misma, funciona como una guillotina simbólica: reduce mérito a “favor”, capacidad a “contacto”, trabajo a “relación”.
El tiro por elevación: acusación interna y nombres propios sin decirlos
Galleguillos no se quedó en la frase que encendió el recinto. Apuntó directamente al espacio que debería contenerla políticamente: “Quiero hacer un llamado de atención al partido o al espacio libertario”, dijo, y denunció que existe “una página” administrada por “un personal de acá, de este equipo” que viene “denigrando, defenestrando” su llegada al cargo.
La acusación, aunque no dio nombres, fue quirúrgica: no habló de opositores ni de “operaciones” externas. Habló de fuego amigo, de un aparato informal de comunicación ligado al propio bloque. Y remató con una ironía doctrinaria: “Las ideas liberales, cuando se asignan cargos, debe ser por mérito, por esfuerzo y, en este caso, por capacidad”.
El mensaje fue doble: por un lado, reclamó que su elección se lea como resultado de desempeño; por el otro, reveló que dentro del armado libertario hay sectores que, antes que discutir política, optan por denigrar. Y cuando la denigración se apoya en el estereotipo sexual (“amante”, “amiguita”), no es solo una interna: es una forma de violencia simbólica que atraviesa partidos y épocas.
Lo más grave: nadie respondió
Lo que volvió más pesada la escena no fue únicamente lo dicho, sino lo que no ocurrió después. La situación “no pasó a mayores”, pero por una razón preocupante: nadie le respondió. Ni para repudiar la insinuación de que los cargos se obtienen por favores, ni para exigir respeto, ni siquiera para marcar el límite institucional de un debate que deriva en estigmas de género.
Ese silencio opera como aval por omisión. Porque cuando en un recinto se instala que a una mujer pueden acusarla —aunque sea en forma insinuada— de haber llegado por “relaciones” y nadie lo corta, el mensaje que queda flotando es que esa cancha está habilitada.
Y hay un detalle político fino: Galleguillos, al anticiparse y negarlo (“no fui amante ni amiguita”), intenta defenderse de una acusación que ni siquiera se formula oficialmente. Es el mecanismo clásico del rumor: obliga a la persona atacada a justificarse sobre lo que no debería estar en discusión. Mientras tanto, a los varones rara vez se los mide con esa vara. Nadie “aclara” en el recinto que no llegó por ser “amigo” de, “socio” de, “ahijado” de. A lo sumo se habla de rosca. Con las mujeres, se sexualiza la rosca.
La minería, un trofeo y una trinchera
La presidencia de Minería no es menor. En un contexto donde el discurso del “desarrollo” y la inversión minera ocupa agenda, la comisión se vuelve un lugar de visibilidad y poder. Por eso la elección de Galleguillos no solo es un cargo: es una señal de posicionamiento. Y, por lo mismo, un imán para internas, celos y operaciones.
Pero que el costo de esa disputa sea instalar la sospecha sobre cómo una mujer accede a un lugar de decisión, revela algo más estructural: cuando no pueden discutir con argumentos, discuten con insinuaciones.
La escena deja una pregunta incómoda para el cuerpo legislativo: ¿qué tipo de institucionalidad se está construyendo si una diputada puede denunciar que la denigran con prejuicios y estereotipos sexuales, y el recinto lo deja pasar como si fuera un comentario al margen?
Porque no es un tema de “sensibilidad”: es un tema de calidad democrática. Si el debate político se permite degradar a las mujeres a la categoría de “amante” o “amiguita”, la Cámara no solo falla en cuidar a una legisladora: falla en cuidar el estándar mínimo del debate público. Lo que quedó en evidencia fue otra cosa: que, frente a ese tipo de violencia simbólica, el sistema todavía prefiere el silencio. Y en política, el silencio casi nunca es neutral.



El Senado aprobó el endurecimiento de penas y arresto efectivo para los "trapitos"



Última sesión del año | El proyecto contra los "trapitos" llega al recinto del Senado




Bono y Aguinaldo | Confirman pago de $581.319 a madres de 7 hijos antes de fin de año

Una semana de silencio judicial alimenta las dudas por al fallecimiento de la agente Silvina Vela

Por qué el nombre de Dante Gebel empezó a sonar y qué expresa el avance evangélico en la política





Golpe parlamentario a Milei | Diputados rechazaron los vetos al Garrahan y a las universidades

El Senado aprobó el endurecimiento de penas y arresto efectivo para los "trapitos"


