Patricia Bullrich, la ministra que alimenta el terror y desgarra al oficialismo

General11/07/2025 Interna libertaria
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Con su historial represivo y su mano dura, Bullrich no solo profundiza el miedo social, sino que también desata una feroz interna con Villarruel que amenaza la estabilidad del gobierno libertario.

Patricia Bullrich, ministra de Seguridad, no solo es la cara visible de la política de mano dura en el gobierno de Javier Milei, sino que también se consolida como la principal responsable de un clima de terror social que se extiende más allá de sus decisiones represivas. Su pasado ligado a operativos que dejaron heridas abiertas y su actual gestión basada en la militarización de la protesta y el uso excesivo de la fuerza ponen en jaque no solo a la sociedad, sino también al oficialismo, cada vez más fracturado.

El último episodio del enfrentamiento interno estalló luego de que Victoria Villarruel arremetiera de manera explosiva contra Bullrich, recordándole en redes sociales su pasado vinculado a “orgas terroristas” y acusándola de denigrar la democracia. La vicepresidenta respondió así a los cuestionamientos de Bullrich por haber avalado la sesión en la que el kirchnerismo logró aprobar el aumento para los jubilados.

La disputa cobró un tinte público y agresivo: Bullrich y los denominados trolls libertarios exigieron en redes que Villarruel se retirara de la sesión, presión a la que la vicepresidenta finalmente cedió, una vez que quedó claro que el peronismo tenía allanado el camino para avanzar con sus proyectos.

Este intercambio, cargado de acusaciones cruzadas y ataques personales, refleja la profundidad de la fractura interna y la falta de cohesión política en el oficialismo.

Bullrich sostiene que la “mano dura” es indispensable para mantener el orden, sin importar el costo social. Sin embargo, este discurso ha generado un clima de miedo y desconfianza, especialmente entre los sectores más vulnerables, y abrió una grieta profunda con Villarruel, quien cuestiona la criminalización de la protesta y denuncia el autoritarismo dentro del Ejecutivo.

Mientras la ministra multiplica operativos polémicos y mantiene una retórica que legitima la represión, Villarruel crece como referente de un sector que exige límites y respeto institucional, poniendo en evidencia la fractura del oficialismo. Este enfrentamiento no solo afecta la imagen del gobierno sino que también alimenta la inestabilidad política en un momento de crisis económica y social.

La sociedad observa con preocupación cómo la ministra que “alimenta el terror” se enfrenta a una vicepresidenta que denuncia la pérdida de libertades, dejando en claro que el mayor enemigo del gobierno no es la oposición, sino la división interna y las políticas que dividen a su propia base.

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