
Pasto Cubano: una amenaza silenciosa que nos involucra a todos
General18/09/2025 Por Ing. Agr. Ximena Rojo Brizuela
Si viajás por las rutas del NOA en otoño o a comienzos del invierno, seguro viste esas franjas de flores amarillas que bordean las banquinas, o terrenos baldíos y veredas invadidos por una planta alta y robusta. Esa planta es el Pasto Cubano, también llamado Girasolillo. Lo que muchos perciben como un “toque de color” en el paisaje es, en realidad, una plaga que ya no se queda en el campo: avanza sobre la ciudad y trae consigo riesgos de incendios, pérdida de biodiversidad, deterioro urbano y hasta problemas de salud y económicos.
El Pasto Cubano llegó desde Centroamérica a Jujuy en los años 60 y desde allí se expandió por toda la región. Se adaptó muy bien, ha demostrado ser “esquilmante” (consume nutrientes y agua) y compite con cultivos como maíz, soja, caña de azúcar o sorgo y hasta plantas ornamentales.
Puede alcanzar hasta 4 metros de altura en sus primeros años y cada ejemplar produce decenas de miles de semillas, que el viento, los pájaros, el agua o las máquinas dispersan con facilidad. Así va colonizando tanto el campo como la ciudad.
De lo rural a lo urbano: el riesgo de incendios
Antes parecía un problema exclusivo de los productores. Hoy se lo ve en baldíos urbanos, banquinas, espacios públicos sin mantenimiento e incluso en veredas. Cuando se seca, acumula gran cantidad de material inflamable que se convierte en “combustible” para incendios.
Con la sequía y el viento del otoño norteño, un foco pequeño puede propagarse con rapidez. Y eso impacta en:
- Seguridad vial: menos visibilidad por humo y también por la vegetación alta que tapa la ruta.
- Salud: humo y polvo que afectan a personas vulnerables.
- Infraestructura: riesgo para viviendas y servicios públicos.
- Ambiente urbano: pérdida de espacios verdes y paisajísticos.
Un problema que también afecta a la ciudad
El campo sufre la pérdida de productividad y suelo degradado, pero en la ciudad también pagamos un precio: incendios más probables, gastos de limpieza, posibles pérdidas económicas en propiedades cercanas y problemas respiratorios o alérgicos. Además, desplaza a las plantas nativas y empobrece los ecosistemas.
Además, el avance del Pasto Cubano no solo afecta a los cultivos y a los espacios urbanos: también ha desplazado a gran parte de la flora nativa de importancia apícola. Especies que antes eran muy visitadas por las abejas y que les brindaban alimento, hoy se encuentran en retroceso o prácticamente desaparecidas. Esto significa menos recursos para las colmenas, menor producción de miel y un impacto directo sobre la polinización, con consecuencias en la
salud de los ecosistemas y en la apicultura local.
Lo que vos podés hacer
No hace falta ser agrónomo para ayudar:
- Limpiar baldíos, cortar y arrancar plantas antes de que florezcan.
- Evitar las quemas en épocas de riesgo.
- Si se usan herbicidas, hacerlo con asesoramiento profesional y respetando dosis.
- Reclamar a las autoridades que mantengan banquinas y espacios públicos.
- Denunciar lotes abandonados con presencia de la maleza.
Trabajemos en equipo
Hasta ahora, las acciones fueron aisladas y descoordinadas, lo que permitió que el problema creciera. Hay planes en marcha, como en Salta, donde se capacita a productores y a personal de rutas, pero va a funcionar solo si contamos con el compromiso todos: municipios, provincias, instituciones, productores y vecinos.
Desde el Nodo de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) Salta–Jujuy venimos trabajando en la identificación y el manejo de esta maleza. Recomendamos siempre priorizar las medidas preventivas: mantener limpios los baldíos, cortar y arrancar las plantas antes de que florezcan, y en caso de usar herbicidas, hacerlo únicamente con asesoramiento profesional. La clave está en sumar esfuerzos y actuar de manera coordinada para reducir la expansión del Pasto
Cubano.
La receta es clara: limpieza regular, manejo integrado (arranque mecánico más control químico donde corresponda) y cuidado en el transporte de semillas que viajan en autos y maquinarias.
Estamos todos en el mismo barco
El Pasto Cubano ya no distingue entre campo y ciudad. Lo vemos en las rutas, en los baldíos y hasta en las veredas. Si miramos para otro lado, alimentamos un riesgo que puede poner en jaque nuestra seguridad, salud y ambiente. La solución no depende solo de los productores: requiere que todos —productores, vecinos y autoridades— tomemos conciencia y actuemos.




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