Voto castigo, voto orden: Milei se cobra la cuenta y deja al peronismo en terapia intensiva

Política27/10/2025 Editorial
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La política argentina volvió a hablar con una claridad brutal. Javier Milei no solo ganó: arrasó. Con más del 40% de los votos, La Libertad Avanza le metió a la casta un cross de derecha que le entrega 64 diputados nuevos, 13 senadores y, sobre todo, el blindaje para vetar sin despeinarse y negociar desde una posición de fuerza las mayorías que necesita para empujar su paquete de reformas. El mensaje de las urnas es inequívoco: el electorado premió al que promete orden y castiga, sin piedad, a una clase política que subestimó el hartazgo social.

La llave del triunfo está donde más duele: la Provincia de Buenos Aires. Diego Santilli dio el batacazo y se convirtió en el engranaje estratégico del triunfo nacional, empujando una ola que también barrió CABA, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos. Esa geografía, que hace un año era un campo minado para el oficialismo, hoy se lee como un corredor de gobernabilidad. No es un detalle: ahí se plebiscitan salario, seguridad y tarifas. Y ahí, Milei ganó la discusión pública.

El peronismo sobrevivió donde conserva aparato y liturgia provincial: Santa Cruz, La Pampa, San Juan, Tucumán, Catamarca, La Rioja y Formosa. Gerardo Zamora, filo K, revalidó su hegemonía en Santiago del Estero y Gustavo Valdés retuvo Corrientes como la única buena noticia para Provincias Unidas, un armado que terminó al borde de la extinción. Traducción: la resistencia peronista ya no es nacional; es insular, defensiva y depende de cacicazgos locales. Con ese mapa, el PJ podrá hacer ruido, pero le costará marcarle la cancha a la Casa Rosada.

La magnitud del envión no admite eufemismos. En CABA, Patricia Bullrich ganó por veinte puntos; en Santa Fe, Agustín Pellegrini estiró a doce la diferencia; en Córdoba, Gonzalo Roca le sacó 14 a Juan Schiaretti; en Mendoza, Luis Petri rozó el 54%; en Entre Ríos, la boleta bendecida por Rogelio Frigerio clavó 52,5%. No son números: son permisos políticos. Con ese score, Milei puede plantarse ante gobernadores, sindicatos y corporaciones con algo que en Argentina vale oro: legitimidad renovada.

El frente parlamentario queda reconfigurado a favor del oficialismo. Entre los 64 diputados que entran, los 29 que siguen y los 13 aliados del PRO, Milei pisa cómodo el tercio para blindar vetos y se acerca al quórum. En el Senado, LLA ganó en seis de ocho provincias en disputa (Salta, Chaco, Entre Ríos, CABA, Neuquén y Tierra del Fuego) y quedó segunda en Río Negro. Resultado: 13 senadores nuevos, 19 propios desde diciembre y al menos 6 aliados. La Cámara alta, históricamente refugio del peronismo, ya no lo es. El peronismo se queda con 28 bancas, lejos del quórum y con menos poder de negociación.

¿Y ahora qué? Ahora viene el partido de verdad. El Gobierno leerá el resultado como un cheque político para avanzar con reformas estructurales y, de yapa, para imponer disciplina: “o se alinean o quedan a contramano del mandato popular”. Los mercados, que siempre leen señales antes que discursos, encontrarán previsibilidad de corto plazo. La oposición, si quiere ser alternativa y no un coro de lamentos, deberá abandonar el “no por el no” y construir un contradiscurso económico que sea creíble en góndola, boleto y recibo de sueldo. Hasta acá, no lo logró.

El peronismo, en particular, tiene que resolver un dilema existencial: o reconstruye identidad y programa en clave siglo XXI o se resigna a administrar feudos. Haber “salvado la ropa” con 99 bancas en Diputados (contando al bloque Independencia que responde a Osvaldo Jaldo) no es un triunfo: es un respirador. El votante que hace un año estaba dispuesto a darle otra oportunidad al PJ hoy eligió cambiar de llave, de lenguaje y de fronteras. Y cuando el votante muda de idioma, la dirigencia que no escucha, desaparece.

Para el interior, la señal también es potente. Salta, donde LLA se impuso en la elección de senadores, confirma que el voto bronca del 2023 mutó en voto orden en 2025. Gobernadores e intendentes tomaron nota: la paciencia social con la obra que no llega, la seguridad que no aparece y los privilegios que se multiplican se agotó. La épica del “Estado presente” ya no alcanza si no hay resultados tangibles. Y la épica del ajuste por el ajuste también venció: por eso el oficialismo necesitaba, y consiguió, este espaldarazo en las urnas.

Que nadie se confunda: esta victoria no resuelve la economía. La estabilización prometida se medirá en inflación sostenidamente a la baja, salarios que le ganen al índice, crédito que vuelva y actividad que repunte. El Gobierno compró tiempo político, no milagros. Pero en la Argentina, tiempo con poder vale más que poder sin tiempo. Milei lo sabe y por eso irá por todo: desregulación, reforma laboral, modernización del Estado y un reordenamiento del federalismo fiscal que ya se anticipa de alto voltaje.

El tablero quedó así: un oficialismo robustecido, una oposición fragmentada y una sociedad que no quiere relatos, sino resultados. Si el peronismo persiste en su laberinto, el Gobierno tendrá pista para convertir este voto de confianza en reforma concreta. Si Milei confunde mandato con soberbia, volverá a toparse con la calle, que nunca perdió la costumbre de recordar que el poder es prestado. Por ahora, la noche es libertaria. Y el que no lo entienda, que pregunte en el conurbano. Allí, donde se deciden las presidencias y se hunden las épicas, el cambio dejó de ser consigna y pasó a ser veredicto.
 
 
 

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