
Cuando Fernando “Pino” Solanas estrenó Memoria del Saqueo en 2004, no lo hizo solo como cineasta sino como testigo de un país herido. La película reconstruye, con crudeza y lucidez, la trama de despojo que atravesó la Argentina durante los años ’90 bajo el modelo neoliberal de Carlos Menem: privatizaciones a precio vil, endeudamiento externo, corrupción sistémica y la entrega de recursos estratégicos. Ese proceso culminó en la catástrofe social de 2001, cuando millones de argentinos quedaron en la intemperie, con hambre, desempleo y desesperanza.
El film es, al mismo tiempo, denuncia y homenaje. Denuncia a una clase dirigente que hipotecó el futuro, y homenaje a un pueblo que, en medio de la adversidad, salió a la calle a decir basta. Con imágenes impactantes y testimonios de época, Memoria del Saqueo funciona como un espejo incómodo: nos recuerda que detrás de las estadísticas de pobreza hay vidas truncadas, infancias sin pan, familias expulsadas del sistema.
Hoy, más de veinte años después, la película vuelve a ser dolorosamente actual. La política económica del gobierno de Javier Milei retoma la receta neoliberal de los ’90: ajuste fiscal feroz, apertura indiscriminada, recorte del gasto social y una fe ciega en el mercado como regulador de la vida.
Los efectos son visibles: aumento de la pobreza, inseguridad alimentaria creciente, cierre de programas sociales y un Estado que se repliega mientras los sectores más vulnerables quedan a merced de la intemperie. Como entonces, los indicadores no son solo números: en Salta y en todo el país, miles de chicos vuelven a sentir hambre, un drama que el propio Observatorio de la Deuda Social de la UCA califica como “estructural y persistente”.
Memoria del Saqueo nos advierte sobre los costos humanos del neoliberalismo. Lo que Solanas retrató como el “saqueo” de los ’90 no es un recuerdo congelado en el tiempo: es un proceso que amenaza con repetirse bajo nuevas formas.
La comparación duele pero es inevitable: las mismas recetas que vaciaron al país hace tres décadas hoy resurgen como supuesta salida a la crisis. Y como en aquella época, quienes pagan los costos más altos son los trabajadores, los jubilados y los niños.
Volver a ver Memoria del Saqueo es más que un ejercicio de cine: es un acto de memoria colectiva. Nos interpela a no naturalizar el hambre ni la exclusión, y a recordar que cada decisión económica tiene un rostro humano detrás.
En tiempos en que la política vuelve a poner al mercado por encima de la dignidad, la película de Solanas resuena como un grito urgente: la historia nos está advirtiendo, y el futuro depende de si aprendemos o no de esas heridas abiertas.


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