
Moyano y Guaymás: la maquinaria de la eternidad sindical que no suelta el poder
General04/12/2025 Camioneros
La foto volvió a repetirse como un ritual que ya forma parte del paisaje político–sindical argentino: Jorge Guaymás, secretario general de Camioneros en Salta, entregándole un homenaje a Hugo Moyano, el histórico jefe del gremio a nivel nacional. Un gesto de lealtad que se recita con devoción, pero que también expone un fenómeno mucho más profundo: la perpetuidad sindical como modo de supervivencia política.
“Coherencia, firmeza y lealtad” fueron las palabras elegidas por Guaymás para describir al líder camionero. Sin embargo, más allá de las formalidades, el reconocimiento vuelve a instalar una pregunta incómoda: ¿qué dejaron estos dirigentes a la comunidad más allá de su propia supervivencia en el poder?
Hugo Moyano lleva décadas al frente de uno de los sindicatos más poderosos del país. Su figura atravesó gobiernos, alianzas, rupturas y disputas internas, siempre preservando su lugar en la cima del gremialismo argentino. Un poder que, lejos de renovarse, parece haberse convertido en patrimonio familiar y no en una estructura democrática de representación de los trabajadores.
En Salta, Jorge Guaymás replicó esa lógica. Camioneros se transformó no solo en su base de poder sindical, sino también en su plataforma política. Pasó por cargos nacionales y provinciales, pero ninguno dejó transformaciones profundas ni mejoras sostenidas para la comunidad salteña. Su influencia se mantiene, pero su legado concreto sigue sin aparecer. Mientras tanto, el sindicato continúa funcionando como su herramienta de negociación y supervivencia.
Ambos comparten la misma matriz: una conducción que no concibe alternancia, que se fortalece ensalzada en homenajes mutuos, que se recicla en la política sin rendición de cuentas ni resultados visibles para la sociedad. La perpetuidad de sus liderazgos no se explica por conquistas históricas ni modernización del mundo laboral, sino por la capacidad de controlar estructuras que no discuten internas reales.
Y mientras ellos continúan eternos en el poder sindical, alejados de la realidad cotidiana de choferes, fleteros y trabajadores de base, los propios trabajadores descreen de esas conducciones. Sienten que no los representan, que no los escuchan, que el sindicalismo quedó atrapado en sus castas internas. Sin embargo —y aquí la contradicción más dolorosa— los necesitan hoy más que nunca. En un país donde avanza con fuerza una agenda libertaria dispuesta a pulverizar derechos laborales históricos, la defensa sindical debería ser una herramienta vital, moderna, transparente y legitimada. No un sello debilitado por la desconfianza.
El homenaje de Guaymás a Moyano no es solo un acto de camaradería sindical. Es la postal de un modelo que envejece pero no cede, que repite consignas del pasado para justificar permanencias del presente, y que sigue sin ofrecerle al país ni a Salta las transformaciones que las y los trabajadores necesitan.
Mientras el mundo laboral enfrenta desafíos inéditos —tecnología, precarización, informalidad, automatización— el sindicalismo de la eternidad continúa celebrándose a sí mismo. En vez de renovar ideas y liderazgos, multiplica retratos con marco dorado.


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