
Feria del Oeste: un club social convertido en caja negra
Salta03/11/2025 Parte II: condiciones edilicias y riesgo eléctrico
La feria late todos los días, pero el cableado también. Y no por buena energía: por sobrecarga, por empalmes precarios, por cables colgando que rozan frutas, techos y manos. La postal es inequívoca: puestos sin matafuegos a la vista, sin planos de evacuación, sin habilitaciones exhibidas, con térmicas que “saltan” cuando la demanda se dispara. La diferencia entre una jornada normal y una tragedia, hoy, depende más de la suerte que de la seguridad.
Los testimonios consignados en actas describen el cuadro con crudeza: “los cables de luz cuelgan del techo”, no hay matafuegos, no hay habilitación municipal a la vista. En otro tramo, una puestera resume la precariedad con una frase simple y grave: la instalación se sobrecarga y salta la térmica, y no cuentan con trifásica para sostener el consumo real de la feria. Nada de eso es un detalle técnico; es la constatación de un riesgo eléctrico permanente en un espacio de alta circulación de público, con agua, metales, cámaras frigoríficas y mercadería expuesta.
La seguridad contra incendios no aparece; la prevención tampoco. No hay mapas de evacuación ni protocolos visibles, la fumigación se menciona como una tarea “que maneja la administración” pero sin respaldo documental, y los baños se degradan entre arreglos parciales y reclamos sin respuesta. En paralelo, cada mejora edilicia —techos, cerramientos, adecuaciones— la pagan los mismos puesteros, que invierten a ciegas en un lugar que no les pertenece, con la promesa implícita de poder seguir vendiendo si no molestan demasiado. Esas mejoras quedan para la feria; al puestero no se le reintegra un peso. Se privatiza el gasto y se socializa el riesgo.

La combinación de carga eléctrica mal dimensionada, ausencia de protecciones y material combustible en pasillos angostos es la receta clásica del desastre. Un chispazo, un cortocircuito, un matafuegos que no está: el resto lo hace la multitud. Y si la evacuación no está prevista, las salidas obstruidas por mercadería y los pasillos saturados, la cuenta la pagan los de siempre: clientes, trabajadores, vecinos.
¿Quién debería garantizar condiciones mínimas? El administrador fáctico —el mismo que cobra piso y decide permanencias— se niega a exhibir documentación habilitante y elude responder por la explotación del predio y los contratos. El Club San Martín, titular del espacio social, aparece desdibujado detrás de una “relación comercial” que nadie acredita con papeles.
No hace falta ser perito para entender la urgencia: adecuación eléctrica integral, tableros y protecciones certificadas, mantenimiento planificado, matafuegos operativos y señalizados, plan de evacuación, higiene y sanitarios en regla, habilitaciones visibles y responsables identificados. Si el club quiere seguir siendo club —y no un depósito de riesgos— debe recuperar la conducción del predio y someter la feria a normas claras, controles públicos y transparencia.
Hasta entonces, la Feria del Oeste seguirá funcionando en esa cornisa donde el negocio manda y la seguridad se pide por favor. Y la próxima chispa, si existe, no va a preguntar quién cobra el piso antes de encenderse. Continuará.


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