El tablero político se reconfigura: gobernadores del interior desafían la polarización

General01/08/2025 Liga del Interior
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La Argentina política está lejos de la calma. Mientras el Gobierno nacional profundiza su ajuste sin anestesia, y el kirchnerismo intenta resistir desde los márgenes con una Cristina Kirchner más reactiva que propositiva, un grupo de cinco gobernadores decidió romper la lógica binaria que ha condicionado al país durante dos décadas.

Ignacio Torres (Chubut), Carlos Sadir (Jujuy), Claudio Vidal (Santa Cruz), Martín Llaryora (Córdoba) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe), conformaron un frente político y parlamentario que no se alinea ni con Javier Milei ni con el cristinismo. Y aunque todavía no lo dicen abiertamente, están construyendo los cimientos de una nueva mayoría nacional, con vocación de poder, peso territorial y agenda propia.

En apariencia, el frente se presenta como un bloque de defensa del federalismo y la gobernabilidad, frente a los embates de un Ejecutivo nacional que decide por decreto y desprecia el tejido institucional. Pero el proyecto va más allá: se trata de un nuevo actor político, de corte post-grieta, que pretende disputar el sentido común y la conducción del país.

Córdoba y Santa Fe, el corazón electoral del nuevo bloque

Javier Milei debería tomar nota: este armado incluye dos de los tres distritos más grandes de la Argentina. Córdoba y Santa Fe, con capitales productivas y electorados clave, representan una masa crítica esencial para asegurar gobernabilidad y construir cualquier proyecto político de largo plazo.

Es cierto: el bloque no incluye a la provincia de Buenos Aires, que concentra el 38% del padrón nacional. Pero también es cierto que el liderazgo actual del gobernador Axel Kicillof sigue demasiado atado al cristinismo y a La Cámpora como para sumarse a un espacio que pretende romper con ese pasado.

Si Kicillof lograra emanciparse definitivamente del kirchnerismo duro, quizás tendría una silla reservada en esa mesa. Porque lo que nace no es una liga anti-peronista, sino una construcción que no quiere saber nada con el aparato camporista, sus lógicas de verticalismo dogmático y su relato de épicas vacías. Para estos gobernadores, el kirchnerismo es sinónimo de vetustez, centralismo porteño y falta de sintonía con los problemas reales del interior productivo.

Y no les falta razón, el kirchnerismo es hoy, sobre todo, un fenómeno circunscripto al Conurbano bonaerense. Su capacidad de interpelar a los votantes más allá del AMBA se encuentra en mínimos históricos.

¿Nueva mayoría o más de lo mismo?

El surgimiento de este frente es, sin dudas, el intento más serio en mucho tiempo de construir una alternativa real a la polarización Milei–CFK. Sus referentes son jóvenes, con poder territorial, recientemente legitimados por las urnas y con experiencia de gestión. Ya no hablan de refundar la Argentina ni de revolucionarla. Hablan de gobernarla con equilibrio, diálogo y planificación.

Sin embargo, la propuesta no está exenta de contradicciones. Muchos de sus miembros —Pullaro, Torres, Sadir— provienen del radicalismo o el PRO, espacios que durante el gobierno de Mauricio Macri alimentaron el endeudamiento externo, el ajuste y la falta de rumbo. La narrativa de “la política racional” también fue utilizada para justificar la exclusión y el fracaso.

Hoy reniegan del kirchnerismo, pero aún no han ofrecido una narrativa sólida sobre cómo enfrentar la desigualdad estructural, el colapso del sistema previsional, la fuga de capitales o la concentración económica. Gobernar sin épica puede ser un valor. Gobernar sin horizonte, no.

El desafío: construir una salida con contenido

Este frente federal puede ser la bisagra hacia una nueva etapa de la política argentina, si logra trascender el discurso de los equilibrios y ofrecer un proyecto de país que combine producción, desarrollo, inclusión y justicia social. No alcanza con ser lo que no son (ni Milei ni CFK). Necesitan ser algo.

Porque la sociedad argentina no solo quiere que dejen de pelearse. Quiere que alguien la saque de la decadencia, de la frustración, del estancamiento. Para eso, hace falta mucho más que un bloque parlamentario: hace falta una visión colectiva que transforme el hartazgo en esperanza.

Si este frente logra ese salto cualitativo, puede tener futuro. Si se limita a gestionar sin transformar, será apenas otra versión elegante de lo ya conocido.

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