Por la muerte de un niño en la escuela vallista la ministra acusa y se excusa, pero ahora la maestra se defiende y habla por primera vez.
La muerte de Valentín Guzmán (11) el pasado 6 de junio en una escuela de La Poma, pone al descubierto la frágil responsabilidad que expresan las autoridades políticas por la vida humana. En este sentido, estas dos semanas pasadas fueron solo el intento claro de la Ministra de Educación de la Provincia, de cargar las culpas sobre los docentes de la institución -y en particular- sobre la directora de la humilde escuelita pomeña “Nevado de Acay”. Esto quedó en evidencia el 12 de junio (ver diario El tribuno), apenas seis días después de producido el accidente fatal dentro de la escuela.
Lejos de realizar un análisis crítico de su gestión, Cristina Fiore, capitalizaba y capitaneaba una gran cobertura mediática, anunciando en entrevistas que la directora fue “separada de su cargo”. Ningún otro funcionario del ministerio parece ser señalado por la ex concejal, hoy convertida en ministra. Ni supervisores, ni directores generales, ni secretarios siquiera. La funcionaria decidió cortar el hilo por lo más delgado, antes que las preguntas tocaran su puerta. La muerte de un niño en el patio de la escuela parece motivo suficiente, como para exigir renuncias políticas. Por eso Fiore apuntó a minimizar sus propias responsabilidades. "Algunos docentes sabían del pozo ciego y otros no, pero no recibimos ninguna notificación formal solicitando que se tapara", dijo la ministra, sin dar mayores detalles de quienes sabían, ni donde consta esto. Lo cierto es que la funcionaria solo fue a La Poma en esa oportunidad, junto a los fotógrafos, poniendo un manto de irresponsabilidad a tantas afirmaciones difíciles de comprobar.
Por lo menos así lo entendieron esta semana la docente “separada” y el titular de la ADP, quienes comenzaron a alertar sobre estas actitudes persecutorias, con el único fin de auto exculpar a una gestión educativa que no termina de arrancar. Fernando Mazzone (Sec.Gral.ADP) sobre el final de esta semana pidió públicamente en varios medios radiales que se detenga la actitud de cortar el hilo por lo más delgado. Y justamente ese hilo habló…
La maestra Elba Arapa, directora “separada” de la escuela, por primera vez dio una entrevista y dio su palabra en público. La docente a dos semanas de la tragedia, apenas puede hablar. Su conmoción aun es notoria, aunque esto no quita la contundencia de su relato: “la culpa es del ministerio, porque esa parte del edificio se construyó en la década del 50. Seguramente en ese tiempo se hizo ese pozo. Al parecer estaba en desuso cuando se tomó la decisión de sacarlo de funcionamiento. ¿Por qué no se tapó y nos dejaron una trampa en el fondo de la escuela? ¿a quién correspondía esa acción?... esa trampa con el tiempo se fue cubriendo con ripio y tierra. Tampoco nos dejaron planos de esa parte de la escuela, ningún lugar donde nos dijeran que había pozos. Yo hace 24 años estoy en la institución como docente y nunca supe del pozo, ni tampoco vi nunca que nadie de infraestructura, en edificios que tienen mas de 70 años de antigüedad. Tampoco supervisaron la escuela ni siquiera cuando construyeron el jardín”.
Las palabras de la maestra pomeña suenan como una bofetada al discurso de limpieza de Cristina Fiore y lo que hasta hoy pretendía ser la voz oficial del gobierno. Después de todo el gobierno es el último responsable de la vida, tanto de alumnos como de maestros en cada escuela pública.
Elba es clarísima en su explicación de los hechos: “ese pozo no se veía. todos pasábamos por ahí. Un lugar por donde transitamos. Era el lugar de juego de los chicos. Hasta hace dos años se dictó la materia agronomía, y ese era el lugar donde se dictaba la materia. El lugar de todos. Una verdadera trampa para cualquiera. Y no es una escuela de personal único. Dieciocho docentes trabajan en ese lugar. Las cuatro ordenanzas. Los niños. Todos estuvimos expuestos. Y lo que más me duele es que le tocó a los niños. Ver a nuestros niños caer en un pozo es un trauma que se vive, y del que no se puede salir. A todos nuestros niños los llevamos en el corazón. Yo fui alumna de esa misma escuela. Desde primero a séptimo grado. Yo misma jugué con mis compañeros que hoy son papás y abuelos y que llevan sus hijos a la institución. Mis propios hijos, mis tres varones fueron alumnos de la escuela. Todo el pueblo jugó en ese mismo patio y nunca tuvimos una restricción. Nos pudo haber tocado a cualquiera. Todo el mundo pasaba por ahí. Era un patio de juegos. No sabíamos que había un pozo debajo. Como vamos a pedir que se tape algo que no se veía. Que el gobernador y los ministros se tomen el tiempo de evaluar la situación, y que no nos dejen solos a las instituciones del interior”.